jueves, 20 de octubre de 2011

Introduccion

Por Víctor Nuñez

La Estación Madero, construída a pocos metros del límite con la Capital Federal, recostada sobre el camino de la Circunvalación (hoy avenida General Paz), se constituía automáticamente en la sede emblemática de ese lugar, poblado por cantidad de hornos de ladrillos, chacras, quintas, criaderos, etc.

Es de suponer que aquellos pocos habitantes, no habrán salido de su asombro ante un acontecimiento inédito e impensado como era la implantación del nuevo sistema de transporte. Habrá sido para ellos, con su vida rutinaria y dueños de la única cultura que daba el trabajo mas elemental, lo mismo que para los hombres de esta generación, sorprendidos por hechos producidos ante la aparición de una tecnología revolucionaria, que cada día nos apabulla mas con nuevos descubrimientos. Estos acontecimientos que se transforman en hitos, sirven como en este caso, para que los recojan los historiadores.

Perteneciente a la segunda mitad de la década del ‘20, al empezar a percibir desde mi niñez las imágenes del pueblo, guardo grabado como todos los niños, hechos, fisonomías y acontecimientos que no podré olvidar jamás.

Producto de este bendito pueblo, que albergó a mis padres, abuelos, familiares, amigos y maestros de vida, es que lo llevaré enclavado en mis mas íntimos sentimientos, como lo habrán hecho y harán mis amigos de entonces y de toda la vida.

Madero me obliga permanentemente a redoblar esfuerzos para merecerlo y para honrarlo. Esto también lo habrán hecho y estarán haciendo mis amigos, como se hace con todo lo que se ama de verdad: Con la fuerza del alma.

Con el único mérito que me da el haber nacido en Madero, haber llevado una vida ordenada y estar hoy entrando en los 80 años; tengo la posibilidad de volcar aquí algunas de mis vivencias y que hago en atención al pedido que me formularon los autores y amigos entrañables de siempre, con la esperanza de que éstas puedan ser un aporte para el lector.

Comenzaré diciendo que será imposible olvidar el ingreso a mi primer grado inferior, en la Escuela N°9, de chapas; ubicada en el mismo predio donde hoy luce moderna y esplendorosa. Sin el previo jardín de infantes y sin el desenvolvimiento que tienen hoy los niños; fui a enfrentar, tímido y temeroso aquel verdadero desafío. La amorosa señorita Ignacia, me recibía con los brazos tendidos para cobijarme luego maternalmente sobre su pecho, mientras me susurraba al oído: “¡Vamos, animate!”. Hoy, entrado en años y cuando debo enfrentar con incertidumbre aspectos importantes de la vida, me dejo envolver en la evocación de aquella “paloma blanca”, que era como el hada de los cuentos, que aún en el tiempo me irradia confianza diciéndome: ”¡Vamos, animate!”.

Llevaré guardados en mis retinas y en mi memoria, el trazado del viejo camino de la Circunvalación con el paso de las tropas. Vi el desmontaje del mismo para darle paso a la actual Avenida General Paz. Palpité junto a los pibes de entonces y en esos mismos años, el asfalto de las primeras calles del pueblo, que lo unieron a Tapiales y a la Avenida Crovara. Seguido a esa obra, fui testigo de la habilitación de las líneas de colectivos números 2 y 44. Presencié la construcción de la avenida Ricchieri con su parquización, parecida a la de la avenida General Paz.

Conocí el campo “Silvestre”. También a la Avenida Vélez Sársfield de tierra y en ella, coqueteando orgullosa, la laguna de “Choca”. El histórico “Salón de la Sarmiento“. El no menos importante Salón de la casa de altos de la familia Urrestarazu. La “Cueva del Chancho”. El “Asilo”. Acudí a la inauguración de la primera capilla a cargo del padre Marchetto, y luego, la construcción e inauguración de la actual iglesia.

Recuerdo las calles pobladas de carros y jardineras para ofrecer diariamente las mercaderías de todos los comercios, en los domicilios del vecindario. La venta de leche ordeñada de la misma vaca en la puerta del vecino, como también “el desfiladero” callejero de aves y animales domésticos que se ofrecían en la misma forma. Presencié las carreras “cuadreras”. Conocí al popular “Cuarteador”. Las chatas y el corralón. La “Sinchada entre Cadeneros”, etc.

Vi el desfile diario y permanente de los vecinos con destino al trabajo. Por eso, cabe un reconocimiento grandísimo para aquellas empresas que tanto aportaron al bienestar de la población: ”Jabón Federal”, “La Pirelli “ “Camea” y “el Ferrocarril”.

Como si ello fuera poco y apelando a las bondades del poeta, podría también decir que he presenciado “La luna chapaleando sobre el barro y escuchado a lo lejos la voz del bandoneón”. He disfrutado del perfume de la alfalfa, el cantar nocturno de los grillos y aquellos memorables “picados en la canchita”, hasta que la noche daba su pitada final, cuando impedía ver la pelota.

La sala de la Estación Ferroviaria presentaba un aspecto inusitado. Era destinataria de botas y calzados viejos en los días de barro, usados hasta allí para producir el recambio con el calzado nuevo, para ir a trabajar en buen estado de presentación. Luego correspondía el nuevo recambio a su regreso, para llegar a casa.

También es necesario señalar el agradecimiento que guardará Madero por la función especialísima que tuvieron las instituciones, en su desarrollo cultural, social y deportivo de los niños y de los jóvenes. Fueron también ámbito de recreación y esparcimiento para los mayores y para las familias. Madero Central fue mi club y mi segunda casa. He sido socio desde el mismo momento de mi nacimiento. La secretaría y la tesorería funcionaban en mi casa paterna, porque aún no disponía el mismo de construcción alguna. Mi padre, verdadero hacedor e ideólogo, llenó la ficha de ingreso y, según los testigos que estaban esperando mi nacimiento, contaban que dijo: “Hoy Madero Central tiene un nuevo socio”. A ese padre venerable le pido que perdone mi infidencia.

Mi casa ubicada hoy en Talcahuano 1362 (antiguamente Napostá 241) estaba a media cuadra del Club. Su imagen era algo así como un poema, cubierto de libustros en todo el perímetro de su manzana triangular. Su comienzo fue con Tenis en superficie de polvo de ladrillo para ambos sexos. Luego Basquet también para chicas y muchachos. La inauguración del Parque infantil con la presencia del Intendente Municipal y periodistas. El cine al aire libre con la concurrencia de 200 personas por función. Recuerdo emocionado mi despertar los días domingo a las 8 de la mañana, con la tradicional marcha del deporte y, las fechas patrias, a partir de las 7, con el disparo de bombas. Bailes, Carnavales, Corsos. La animación inconfundible del conjunto “Los Gaiteros El Miño”. Sin duda serán tiempos inolvidables.

Estas instituciones estaban alimentadas todas por el espíritu creador de sus fundadores y dirigentes, verdaderos maestros que por sus méritos, merecerían recibir sobradamente mis más cálidas distinciones. A pesar de haber conocido personalmente en su mayoría a los de todas las instituciones, prefiero evitar nombrarlos, porque con sólo olvidarme de uno, incurriría en un acto de injusticia imperdonable.

Vaya entonces mi reconocimiento y gratitud para la Sociedad de Fomento, y los clubes: “Recreativo”, “Los Muchachos”, “Madero Central”, “El Ciclón”, “Sportivo Madero”, ” La Verdad “y “El Lucero”.

Mi casa paterna y la de mis amigos era una sola. Se alternaban y compartían. Siempre la cocina nos esperaba los sábados de madrugada para hacer la tradicional “mateada” y compartir el análisis de la verbena vivida. Jamás lo podré olvidar. Nuestras madres prodigaban cariño a todos por igual. Siempre disponían de una caricia y de una palabra de ternura que todavía hoy las estoy disfrutando. Se llegaba a casa a cualquier hora y la puerta estaba siempre sin llaves, porque aún, en las altas horas de la noche, la única preocupación que teníamos, era cuidarnos del “toreo” de algún perro que nos saliera al cruce.

Estas modestas semblanzas de mi Madero de ayer, que sirvió de marco al romance de mis padres y preámbulo de mi “acunamiento”; lo declaro íntimamente mío, como lo harán mis amigos de ayer y de siempre. La Luna, que alumbró mis pasos, cuando la miro desde la casa de mis “viejos”, veo en ella, la testigo fiel de todo cuanto estoy narrando.

A todos los recuerdos que menciono y a otros que dejo escapar deliberadamente para no hacer mas extenso este comentario, les agradeceré todo lo mucho que me han dado. A los autores de esta obra magnífica que junto a la de Ismael Alvarez, configuran una realidad acabada de Madero, les hago llegar mi admiración y mi agradecimiento. Gracias a ellos, Madero tiene ya su propia identidad. Independientemente, tanto Biaggini como Tavorro, están preparados por su juventud, su talento y hombría de bien, para encabezar celosamente la marcha que lleve al porvenir mas venturoso de Madero.

Considero un gesto maravilloso y de verdadera justicia de su parte, la dedicación de esta obra a dos personas emblemáticas que, aún los mas exigentes, aceptarán complacidos como verdaderos símbolos, por sus antecedentes y consagración: Eugenia Rico e Ismael Alvarez. Ambos nacidos en 1920 y fallecidos coincidentemente a los 83 años. Fueron primero alumnos, con verdadera vocación. Luego protagonistas y mas tarde maestros; que no sólo enseñaron con la palabra sino que tuvieron la virtud fundamental de hacerlo con el ejemplo. Ella: Hermosa, talentosa y primera figura en la faz artística y cultural. Indispensable en todos los acontecimientos y representaciones. Se la conoció también como “La Novia de Madero”. Él: Culto, de bajo perfil, historiador. Consagrado a los principios sociales y a las instituciones, de las cuales fue siempre el secretario ideal. Se lo conoció como “El hombre incorruptible y solidario”. Ambos tuvieron un común denominador que los hermanó a lo largo de toda la vida: El amor por su pueblo.

Madero podrá quedar tranquilo y satisfecho por la obra que lo representa tan pormenorizadamente. Yo, como tantos amigos queridos, a los que con toda humildad y cariño quisiera representar en estas modestas líneas, quisiera que esta obra nos hermane más que nunca y para siempre.

Madero: A modo de despedida me voy a permitir hacer uso de aquella nostálgica frase del poeta: “....DESDE EL RECUERDO TE VUELVO A VER....”

3 comentarios:

  1. Un verdadero orgullo leerlo y reconocer cada parte q ha nombrado en su relato. Un gran abrazo! Soy bis nieta, nieta e hija de ciudadanos de Villa Madero, me crié en sus calles, toda mi familia vive allí. Yo me casé y me fui hace 8 años y hoy, feliz de la vida, busco casa para volver a pisar sus calles como una vecina más!!! Un gran abrazo! Quiero mostrarle a mis padres y a mi única abuela (81 años) de esta gran nota. Mi abuela se llama María Luisa Ruiz Díaz y se crió en Dean Funes y Rivera

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  2. Le cuento q toda mi gran familia ha asistido a la escuela 9, cuando me recibí de profesora, fue la primera escuela en la q trabajé. Y otra cosa, mi familia paterna es de Pintos y Crovara, mi familia materna, de Junin. Corre por mis venas sangre italiana de parte de los Pignataro, española, de parte de los Novoa (apodados Guerra en el barrio) Mi abuelo era Florencio Novoa

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  3. Gracias por el comentario. Tanto como Guerra o Novoa, muchos vecinos recuerdan a la familia.

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